Estética de la violencia
14 Noviembre, 2011 - 2 Diciembre, 2011
Organiza: CMDF (Centro Municipal de Fotografía)

En un primer acercamiento, LA VIOLENCIA se encontraba en los animales muertos en la calle, en los animales degollados para ser consumidos como alimento. La marca del hombre, fuera por desidia o por interés, se evidenciaba responsable del hecho violento ignorado, solapado y justificado. Luego el análisis de la violencia pasó a las figuras del santorial cristiano y la mezcla del goce sexual y castigo, sufrimiento y éxtasis enmascarada en ellas. Garrido la evidenció haciendo uso de una iconografía cristiana de lirios, coronas y cruces, creando un lenguaje irreverente y sin posibilidad de concesiones.

Cuando en el 2000 Nelson Garrido comienza a hacer sus puestas en escena con imágenes de violencia cotidiana, traslada la violencia al ser humano común y corriente, al ciudadano de la calle. La Nave de los Locos de Hyernimus Bosch fue el marco en el que comenzó a desarrollarse la historia: uno a uno, los personajes de la “realidad nacional” eran convertidos en íconos de la locura y la desesperación. En posteriores imágenes, la escena se llena aún más de personajes: cuarenta, cincuenta, noventa personas bañadas en sangre, rodeadas de vísceras, armadas, violentando y siendo violentadas. La violencia del animal y de lo divino terminó llegando a su origen: el hombre. Lo que en ese momento parecía exagerado y panfletario, pronto se convirtió, para nuestro dolor, en la realidad trágica cotidiana: sangre regada en las calles por un pueblo que ofrece su sangre como sacrificio bajo los colores de la bandera nacional. En un instante que hemos vivido largamente, el panfleto se convirtió en reseña histórica, la exageración pasó a ser la premonición. En una suerte de ritual chamánico postmoderno, la obra de Garrido se conectó con acontecimientos que, en años después, retratarían a la sociedad venezolana con gestos tan crudos, inhumanos y violentos como los de las imágenes.

En la obra de Nelson Garrido conviven la puesta en escena, la estética de lo feo, lo cursi, el kitsch, la estética de la violencia y, por encima de todo, como cable conector de todas las series, el repudio a la violencia, desenmascarándola y evidenciándola, en una acción que desmantela su reino de silencio y de terror, haciendo visible su peor cara.

Liliana Martínez