A mediados del siglo XIX Charles Baudelaire anuncia en su poema Correspondencias el advenimiento de una nueva corriente estética que declara que “pasa el hombre entre bosques de sÃmbolos / que lo observan con familiar mirada”, donde “perfumes y colores y sones se responden”, y “que cantan los transportes del espÃritu y los sentidos”.
Este nuevo portfolio fotográfico de José Luis Sosa alude, secretamente, a aquella vieja estirpe: ha seleccionado y montado, en estrecha proximidad, grupos de dos o tres fotos color que apuntan a co-responderse, sea por su aparente complementariedad temática o formal, acaso por su proximidad compositiva o bien cromática, emparentadas casi todas en la tonalidad afectiva propia de imágenes caras al fotoclubismo rioplatense.
Pero esta nueva visitación a ese universo, en apariencia tan transitado, adquiere nuevas formas de aproximación sensible, de posibles lecturas, ya aventurando otras leyes de juego. El registro de la pobreza, del deterioro edilicio, o las ostensibles señales de la decadencia del entorno, apuntan más que a la fotografÃa social o a un naturalismo fácil.
Acá un desdichado barco asoma entre edificios y no resulta sólo un gazapo perceptivo, sino un sugestivo guiño a la deriva constructivista, a la saga de Macondo, quizá más seguramente al astillero onettiano; los colores de un tambor remiten no sólo a eventuales banderÃas sino que esos colores, también, arrastran sus sones; unas hamacas y un signo vial no son los niños, sino que coinciden en evocar su falta.
Si Herrera y Reissig rescata el amarillo para una sonata de violÃn en clave de U, ‘Gori’ nos lo trae como metonimia de una Llamada lubola, habitado su espÃritu por
Carlos Etchegoyhen