Con las primeras tomas llegaron los recuerdos.
Un casco de bodega, salir de casa y ver sus altos techos de dos aguas.
La voz de mi abuelo explicando los distintos tipos de injerto en las viñas, mientras asentaba el filo de la navaja en el posa brazo de su sillón de madera o ataba con mimbre el pequeño parral bajo el que solÃa descansar a algunas horas del dÃa.
Los cuentos de mi madre, cuando vivÃan en “la quinta”, al costado de la bodega donde trabajaba el abuelo, cuentos sobre cosechar boniatos o caerse de árboles “haciendo de las suyas”.
En alguna vez logré pasar sus grandes puertas y apreciar las escaleras de tablas que subÃan a las hileras de piletas y ver a los hombres trabajando.
¡Cuidado con los pozos!, gritó alguien.
Escuché el aleteo de una paloma que salió volando por el ventanal de la pared frontal.
De alguna manera sé que pertenezco a este lugar
Diego
